Este pequeño y mimado espacio verde fue un lujo de los poderosos residentes del palacio y ahora es una joya de Madrid. Se creó hacia el 1750 y es uno de los pocos jardines nobiliarios del XVIII que se conservan. A pesar de su céntrica ubicación, es un lugar desconocido para la mayoría porque aparece encerrado por altas tapias y situado en la parte baja de la plaza de la Paja, abriéndose como mirador a la calle de Segovia. Constituye un sorprendente remanso de paz en el apretado y denso conjunto urbano del Madrid antiguo.