El columnista del Financial Times, Simon Kuper, decidió vivir una aventura junto con su familia y dejar su familiar ciudad de París durante un año para venir a descubrir Madrid. Cuenta cómo tomaron esta decisión en una tarde oscura de invierno durante el confinamiento en la capital francesa. La idea sería venirse con su mujer e hijos un año a Madrid, llamados por la aventura, la posibilidad de mejorar su castellano, disfrutar del sol y descubrir una nueva ciudad (puedes leer aquí el artículo original en inglés).
Aclara que, como muchos otros europeos, ellos apenas conocían Madrid (a lo mejor tendríamos que trabajar en el marketing). Y cuenta que es una ciudad que de primeras no da del todo una buena impresión debido a las feas avenidas que te dan la bienvenida desde el aeropuerto. Pero que el año pasó volando y que la ciudad lo hechizó. Aquí repasamos las razones por las que cayó profundamente enamorado de la ciudad.
La gente
París es sin duda una de las ciudades más espectaculares del mundo. Pero ya se dice que el mayor problema de Francia es que está llena de franceses. El propio Simon Kuper cuenta cómo, tras casi 20 años en la capital francesa, cualquier otra ciudad te va a parecer amable, pero que se sorprendió al descubrir la naturaleza cercana de los madrileños. Destaca sobre todo la popular y cercana frase «No pasa nada», el saludo «Hola, guapo/a» o lo común que es terminar un email con «un abrazo» aunque se dirija a alguien que apenas has conocido una vez.
El clima
En su artículo escribe como, tras haber pasado mucho tiempo de su vida en el norte de Europa, no era consciente de lo feliz que te podría hacer el sol. Describe la situación de Madrid, en una meseta a más de 600 metros sobre el nivel del mar; y los dos climas en los que se divide el típico día de invierno Madrileño: mañanas heladas de cielo rosado, seguidas de tardes templadas y agradables al sol. A veces, mientras comía en una terraza en enero o febrero nos cuenta cómo pensaba: «este es el mejor lugar en el que he vivido».
La estructura del día
También describe cómo los madrileños, de media, se despiertan más tarde que los parisinos o londinenses. La comida es a las 2 o 3h y suele ser suficiente como para aguantar toda la tarde, permitiéndote hacer una cena ligera a las 9 o a las 10. Señala que, siguiendo este esquema, incluso se las apañó para perder peso durante su tiempo en la ciudad.
Salir
Destaca que por supuesto que hay restaurantes excelentes en Madrid, pero que lo que más le gustó no fue tanto la calidad de la comida. Que sobre todo se queda con los lugares y el ambiente relajado tan propio de comer en la capital de España. Entre las grandes avenidas conquistadas por los coches, indica que cada vez hay más plazas y calles peatonales. Tiene recuerdos de desayunos en el Federal Café en la Plaza del Conde de Barajas, la espectacular plaza junto a la Plaza Mayor, y que continuamente se preguntaba cómo era posible que no estuviera llena de hoteles y rodajes de películas (aunque admite que los fines de semana sí se llenaba el café).
Destaca la Plaza de Olavide, perfecta para tomarse un café, una caña o un vino al sol. La Azotea del Círculo de Bellas Artes, donde comer al sol con vistas increíbles sobre la ciudad.
Los Parques
Admite que el famoso es El Retiro, pero cuenta que la Casa de Campo se convirtió en la típica escapada de fin de semana con su familia. Iban allí a jugar al tenis, a comer marisco junto al lago…
El fútbol
Probablemente no haya otra ciudad donde sea más fácil encontrar tickets para fútbol de alta calidad. Vivía a apenas cuatro paradas del Bernabéu, por lo que pudo ir a bastantes partidos con un amigo que era miembro del club. Conseguir entradas es sencillo cuando el Madrid competía con clubes pequeños. Su amigo solía conseguirlas por 35 euros cada uno y luego usar su picardía para disfrutar de mejores localidades de las que habían pagado. Cosa que no era rara, ya que el estadio, con aforo para 90.000 personas, raramente se llena. Destaca las previas con un grupo de amigos en uno de los restaurantes de la zona. La Taberna de Daniela, conocida por su cocido madrileño, siempre está llena de socios del Real Madrid.
El Arte
Señala al Prado, al Thyssen y al Reina Sofía como museos de altura mundial a apenas unos minutos andando unos de otros. También recomienda el Museo Sorolla, pero dice que su favorito es el Thyssen y el gusto impecable del barón, que tiene una de las mejores colecciones en arte de los siglos XIX y XX. Cuenta cómo este museo no te abruma como hace el Prado y cómo es posible, en este lugar, disfrutar de un minuto a solas delante de un Van Gogh, un Georg Grosz o un Lucian Freud.
Nosotros también estamos enamorados de Madrid y coincidimos con todo lo que cuenta. ¿Y tú? ¿Añadirías alguna otra razón?
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