Cuando uno piensa en casas encantadas, suelen venir a la mente lugares remotos, en ruinas, envueltos en niebla. Sin embargo, el epicentro de una de las historias más escalofriantes de Madrid se encuentra en pleno centro de la capital, a escasos pasos de la Gran Vía. Concretamente, en el número 3 de la Calle Antonio Grilo, en el popular barrio de Malasaña.
A simple vista, el edificio no llama especialmente la atención. Fachada sencilla, vecinos que entran y salen con normalidad, coches aparcados en la puerta. Pero tras esas paredes se esconde una de las crónicas negras más inquietantes de la historia reciente de la ciudad. Un lugar marcado por el dolor, la tragedia y una sucesión de muertes violentas que le han valido el sobrenombre de “el edificio maldito de Madrid”.
Todo comenzó en 1945, cuando Felipe de la Braña fue hallado muerto en su vivienda. El cadáver llevaba días en descomposición, y en sus manos se encontró un mechón de pelo que, se cree, pertenecía al agresor. El crimen nunca se resolvió. La policía sospechó de un robo con violencia, pero la falta de medios forenses impidió esclarecer los hechos. Este suceso fue solo el inicio de una oscura cadena.
El caso más espeluznante ocurrió años después, en 1962. En el 3ºD vivía José María Ruíz, un hombre aparentemente corriente que, una mañana, cometió uno de los crímenes más atroces jamás registrados en la capital. Primero, envió a su empleada a la farmacia. Aprovechando su ausencia, fue acabando con la vida de sus cinco hijos mientras dormían. La hija mayor, de 14 años, logró esconderse en el baño, pero también fue asesinada con un disparo en la garganta. Por último, mató a su mujer a martillazos.
La escena que vino después parece sacada de una película de terror. José María se asomó al balcón cubierto de sangre, mostró los cuerpos y gritó: “Los he matado a todos”. Cuando llegó la policía, pidió un sacerdote y, de balcón a balcón, recibió la extremaunción. Acto seguido, se quitó la vida. En cuestión de horas, siete personas habían muerto, dejando una cicatriz imborrable en la historia de Malasaña.
Pero la maldición del edificio no acabó ahí. En 1964, apenas dos años después, Pilar Agustín, una joven madre soltera, dio a luz en secreto. Temiendo el juicio social, decidió acabar con la vida de su bebé y ocultarlo en un cajón de una cómoda. Fue su propia hermana quien, al registrar la habitación días después, descubrió el horror.
Además del número 3, la calle entera parece tener un aura maldita. En el número 9, durante unas reformas, se descubrió una antigua fosa con restos de fetos. Todo apunta a que se trataba de una clínica de abortos clandestina que operaba durante la posguerra. Y si retrocedemos aún más en el tiempo, se dice que ya en el siglo XVIII —cuando la calle se llamaba Calle de las Beatas— un sacerdote asesinó a plena luz del día a otro hombre, manchando la historia de la zona con sangre desde tiempos inmemoriales.
Malasaña 32, la película
La leyenda de esta calle ha calado tanto en el imaginario popular que en 2020 inspiró la película de terror Malasaña 32, dirigida por Albert Pintó. Aunque la dirección en la ficción cambia ligeramente, la referencia al verdadero inmueble es clara, y el film bebe directamente del aura tenebrosa que rodea a Antonio Grilo.
Hoy en día, los vecinos evitan hablar del tema. Algunos aseguran haber escuchado ruidos extraños o haber sentido presencias, otros prefieren no remover el pasado. Sea como fuere, la fama del lugar como “el edificio más maldito de Madrid” sigue más viva que nunca.
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